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El Museo Evita y la Asociación Turismo y Ambiente realizaron un encuentro sobre patrimonio urbano y medio ambiente de La Plata

La actividad contó la participación de más de 30 especialistas de distintas disciplinas.

La Asociación Turismo y Ambiente y el Museo de las y los Trabajadores Evita, a cargo de su directora Mónica Labarthé y el doctor David Quintana Murta, realizaron el pasado martes 24 el encuentro denominado “Por la Ciudad de La Plata en defensa de su patrimonio y de su ambiente”, el cual contó con más de 30 especialistas de distintas disciplinas.

Junto a distintos grupos de vecinos y vecinas, el encuentro tuvo como propósito “conocernos, escucharnos y debatir las problemáticas en relación al desarrollo territorial, al patrimonio cultural y al medio ambiente de Las Plata”, explicaron los organizadores. También estuvieron presentes la candidata del FdT, Ana Negrete, y asesores de los candidatos Ariel Archanco y Luis Arias.

En el encuentro, Mónica Labarhé y David Quintana Murta, por su parte, dieron la bienvenida a los presentes.

La metodología implementada durante el desarrollo del evento fue circular la palabra entre los y las asistentes, invitarlos a que planteen su perspectiva sobre el tema planteado e iniciar de este modo un proceso de construcción de una agenda de trabajo participativa que acompañe a los representantes en el desarrollo de sus tareas legislativas. El encuentro fue moderado y coordinado, por el director Provincial de Patrimonio de la provincia de Buenos Aires, arquitecto Pedro Delheye.

Al final de la actividad, fue distinguido con la entrega de un reconocimiento el licenciado Mario Naranjo, por su aporte permanente a la Cultura Nacional y, en esta oportunidad, a la ciudad de La Plata en particular.  


El paradigma de ciudad en Argentina se ha caracterizado por los lineamientos de ordenación territorial que ha impuesto el capitalismo del siglo XIX y XX en la región. Las ciudades y los tejidos urbanos son resultantes del orden económico y social que entiende el desarrollo en términos de producción y beneficio. Esta lógica se ha impuesto históricamente a los intereses y deseos de los ciudadanos y ciudadanas y ha condicionado directamente la composición urbana, convirtiendo a la ciudad en un tejido fragmentado e insocial. De esta manera los centros urbanos fueron extendiendo sus límites de manera desordenada y guiada por el mercado y la especulación inmobiliaria en algunos casos y por la pobreza estructural en otros. Como manchas de aceite sin control fueron extendiéndose, carentes de  planificación.


Las ciudades en la Región Capital de la provincia de Buenos Aires, muestran importantes contradicciones. Fragmentadas, con sectores con alto nivel de infraestructura y equipamiento y planteados por el mercado como lugares seguros y preferentemente aislados que contrastan con un sistema de crecimiento periférico, ausente de cualquier nivel de planificación, sin los servicios necesarios y privados de los componentes indispensables para la construcción de la vida urbana.


Asimismo, las áreas históricas de muchas de nuestras ciudades se encuentran abandonadas, con los espacios públicos en estado de deterioro o de desintegración, y desplazadas por el surgimiento de nuevas centralidades diseñadas para una clase social que puede costearse en forma privada la educación, la salud y la  seguridad. Sin lugar a duda La Plata es un ejemplo de esto.


En este contexto es necesario que los gobiernos locales retomen  su rol fundamental en los procesos de desarrollo y de planificación de las ciudades, asegurando la participación de todos los sectores. En la actualidad, en las sociedades democráticas, la participación de la comunidad  es esencial en el momento de planificar el desarrollo. Su colaboración es un requisito imprescindible para el Estado en el momento de la toma de decisiones e implica una manera de entender las políticas públicas, en la construcción de consensos, con la participación de los distintos sectores sociales y culturales, que apunten a la recuperación de la vida urbana, a la preservación del patrimonio cultural y natural, a la inclusión igualitaria y a la interpelación de una ciudad pensada, también, desde un modelo cisgenero, patriarcal y capacitista.


Las reflexiones en torno al espacio público y el desarrollo de la ciudad en un procedimiento de planificación moderno, están vinculadas a un pensamiento multidisciplinar, diverso, de interpelación, que se aleja de modelos rígidos para estimular el trabajo colaborativo y los nuevos enfoques que el desarrollo sostenible estimula.


El urbanismo es una dimensión de la política, de lo colectivo, y se posiciona en un espacio conflictual de intereses, valores y necesidades. Se manifiestan los privilegios y las exclusiones, el conflicto entre clases y grupos, entre los beneficios privados y los derechos de ciudadanía. Son las fuerzas sociales y sus expresiones políticas las que orientan el urbanismo y manifiestan valores, demandas y aspiraciones. Las instituciones políticas lo traducen en programas políticos según los intereses a los que responden.


En este cambio de paradigma también se ha modificado la definición del patrimonio cultural, incorporando en su alcance los aspectos materiales e inmateriales, vinculándose con la comunidad, con el desarrollo sostenible y con  la implementación de políticas centradas no solo en la conservación sino en el uso social.


En este punto el patrimonio comienza a jugar un papel importante a partir de su vinculación con el turismo y con las industrias culturales y creativas y con sus trabajadores y trabajadoras: un paisaje, un monumento histórico, un parque, una festividad tradicional, actúan como atractivos para los y las  visitantes, que permiten de manera equilibrada y respetando los intereses locales, generar empleo y dinamizar las economías locales.


Sin embargo, estos nuevos, conceptos y definiciones, no han desarrollado al menos en la región la necesaria praxis en los ámbitos donde debería enlazarse: el Municipio. Es justamente en el ámbito local donde esta perspectiva cobra sentido, dado que es en él donde la articulación con la comunidad se concretiza y es el territorio el sustrato donde se identifican los bienes y las expresiones culturales relevantes para la ciudadanía.

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